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“Es una infeliz situación, que se hace pública en una conversación ‘off-the-record’ (fuera de registro), pero (en las) que el jefe de Estado debería tener mucha prudencia en estas cosas”, dijo al comenzar su análisis.

Agregó que “cuando digo jefe de Estado, (es porque Mujica) representa a todo el país, nos representa a todos nosotros aunque no lo hayamos votado; no solo tiene que ser respetable, sino que tiene que ser respetado; esto no nos hace bien; tampoco nos hace bien que comencemos a poner leña al fuego a esto”.

“Simplemente, el presidente tiene que reflexionar, darse cuenta que este tipo de actitud, como (las que) tiene comúnmente dentro y fuera del país, no contribuyen a la construcción de las armonías, es uno de los elementos (atributos) más importantes que debe tener un presidente, y no da para mucho más”, pontificó.

Añadió que “tampoco puede llevar a un enfrentamiento diplomático irreversible, y tampoco va a variar lo terrible, lo malo que tenemos en la relación con Argentina, que, eso sí, es responsabilidad también del gobierno nuestro por no saberlo manejar con profesionalidad, y porque tenemos las peores relaciones con Argentinas de los últimos 50 años”.

“Me parece que el tema es que cuando el presidente habla expresa parte de lo que es su política exterior en una diplomacia presidencial”, dijo, intentando cerrar el análisis de la anécdota.

Mujica, en un acto oficial realizado este jueves 4 de abril, formuló un comentario con un intendente ante micrófonos de Comunicaciones de la misma Presidencia, que lo captó y reprodujo. Su comentario fue: “Para conseguir algo de Argentina hay que recostarse un poco a Brasil, es como la vieja ley del péndulo"; “Esta vieja (Cristina Fernández) es peor que el tuerto”, Néstor Kirchner.

UNA SALIDA DE LA PEOR RELACIÓN EN 50 AÑOS

Abreu afirmó que de esto el país “sale sobre todo con prudencia, dejando que las cosas se vayan canalizando, y entre otras cosas, con la incertidumbre de saber que el presidente de la República va a ocupar el espacio con un tipo de declaración de otra naturaleza, con tanto estrépito como esto, pero quizás en cualquier otro tipo de escenario”.

“Porque todos los días provoca un presidente que, hasta ahora, ha pedido otra cadena de radios para hablar todas las mañanas (la audición presidencial es los martes en el Sodre), en su estilo es un enfrentamiento; l o ha tenido con un economista asesor hace pocos días, con periodistas, con políticos”, repasó.

Afirmó que “siempre tiene algo nuevo y difícil de entender, ahí sí, dentro de una vulgaridad que no es para nosotros lo que le corresponde a un jefe de Estado”.

“Es inclusive absolutamente incompatible con ser popular; lo popular es también educación; la vulgaridad puede ser de cualquier estrato social; y esa vulgaridad que él está utilizando en muchas de sus expresiones no le hacen bien al país, ni le hacen bien a él”, aseguró.

Evaluó que “ahora, con Argentina, tenemos que manejarnos en otro rol porque la presidente (de) Argentina tampoco es una muy bien hablada, la hemos escuchado últimamente, tiene un estilo muy prepotente para hacer las cosas, y además no ha cumplido con nada de sus obligaciones con el Uruguay de forma manifiesta”.

“Desde los dragados (de los canales de la isla Martín García), hasta las inversiones en Nueva Palmira, hasta las restricciones comerciales, y hasta las limitaciones a los turistas argentinos” que viajan a Uruguay, prosiguió listando.

MÁS ALLÁ DE LA ANÉCDOTA, UN CONSEJO

En un marcado tono paternal, el senador opositor dijo que “en vez de tirar leña al fuego, yo buscaría decirle: ‘presidente, cuídese (sonríe), rectifique si es posible’.

Negó que se pueda comparar esto, con un caso parecido del ex presidente Jorge Batlle. “Lo de Batlle fue una referencia de carácter global; decir ‘bueno, todos los argentinos son tal cosa’…; un día se le preguntó a (Wiston) Churchil: ‘¿Usted cree que los franceses son tal cosa?’; y dijo : ‘No, la verdad es que tengo una idea, pero no los conozco a todos’; bueno, acá lo de Batlle fue distinto, y lo asumió”, opinó.

“Esto es parte de un estilo, de un estilo vulgar en todas las expresiones; incluso, si uno se pone a buscar etimológicamente, está hasta haciendo una discriminación sobre lo que puede ser un defecto físico (tuerto, en referencia a Néstor Kirchner); o lo que puede ser la condición de una tercera edad”, por “esta vieja”, indicó.

Estimó que no cree “que lo haga en ese estilo, porque ni siquiera está en condiciones de distinguir que quiere hacer una cosa de esas; pero lo que no tiene, es prudencia; lo que no tiene es serenidad”.

“Todos podemos hacer un comentario en una reunión de amigos, hasta gracioso, que pueda ser más duro de lo que deberíamos hacer; yo creo que el problema es que él debe cuidarse mucho más que los demás”, volvió a pontificar.

LA POLITICA EXTERIOR

Finalmente, Abreu declaró que “a mi me preocupa cómo conduce la política exterior; me preocupa cómo nos manejamos con Argentina, y cómo hemos perdido presencia, y además hemos entregado muchas de las posiciones; me preocupan los temas de seguridad; bueno, todo lo que nos preocupa a todos los uruguayos”.

“Yo creo que ahí tendríamos que estar…, ahora, haciendo de esto un gran globo de confrontación no ayudamos ni al país, ni a su política exterior, ni siquiera al propio presidente para que él mismo, aunque sea de su propia intimidad, tenga la precaución de apagar un micrófono”, reflexionó.

Insistió en que “la relación con Argentina es la peor de los últimos 50 años, y la actitud que ha tenido el gobierno de Kirchner, y el gobierno de la señora Cristina ha sido violatoria de los derechos humanos en todas sus expresiones, desde el bloqueo de los puentes, hasta el incumplimiento del contrato de (la planta de deslicuado del) gas, que yo fui uno de los que lo firmé, y sufrí simplemente el desprecio de no cumplir, como lo hicieron también con Chile”. Abreu fue canciller de Uruguay hasta 1995.

“Y todo lo demás que nosotros hemos dejado en el camino, desde el canal Martín García, los dragados, y las inversiones; este es un tema serio, grave, lo mismo sucede con Brasil, pero el presidente tiene una interpretación equivocada sobre cómo relacionarse”, prosiguió.

Siguió analizando la concepción de política exterior del gobierno, cuando recordó que “en una parte de esa grabación dice que hay que recostarse a Brasil para buscar a Argentina; no, no, hay que tener una política exterior donde el presidente sea el último eslabón de la relación diplomática, no el primero”.

“Ahora tenemos que salir a explicar lo qué dice el presidente, y a veces tenemos que salir a respaldar lo que dice el presidente, o tratar de cuestionar al presidente (por hacer o decir cosas) sin haber consultado al resto”, afirmó.

“Lo que hizo en Mendoza, cuando se reunió con las dos presidentes, y terminó el canciller (Luis Almagro) diciendo que discrepaba jurídica, política, y éticamente con la decisión; e igual se quedó” Almagro en el cargo, se acordó.

Admitió que “con Argentina el tema (bilateral) es difícil, los países no tienen amigos, tienen intereses; hasta una ingenuidad ha existido acá, al pensar que los gobiernos acumulan (posición o fuerza) por sub lema (en alusión al sistema acumulativo electoral en Uruguay), y así nos ha ido”, se quejó.

“Lo que tenemos que rescatar es la conducción, la seriedad, y sobre todo, la prudencia en este tipo de circunstancias, de un presidente que ya está acostumbrado a usar este tipo de expresiones no solo con mandatarios extranjeros, sino con compañeros, con adversarios políticos, con actores, con periodistas varios”, amonestó.

Abreu introdujo otro episodio reciente sobre los dichos públicos de Mujica: “Ha tenido una denuncia, más allá de la originalidad, de un profesional que le pide una pericia psiquiátrica; es parte de su locuacidad no adecuada a la formalidad y al pudor institucional, que no es un aspecto de la frivolidad, sino que es parte de la dignidad de las instituciones y del respeto que uno se gana siendo respetuoso de muchas de las relaciones con las que tiene que enfrentarse”.

“Este es el gran tema, a mi no me gustaría echar leña al fuego en un tema bilateral con Argentina, me gustaría recomponer (esa relación) y que el presidente mismo comenzara a trabajar con menos locuacidad, y que la cancillería líneas de carácter profesional, y el país entero, y no quedarnos en manos simplemente de si un micrófono está abierto, está cerrado, o aun estando abierto que el presidente diga lo que quiera o le venga a la cabeza a cualquier ciudadano o a cualquier institución porque eso es una vulgaridad que realmente no merecemos los uruguayos estar inmersos en este tipo de situaciones”, completó.
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Entrevista: Laura Do Carmo y Marcelo Puyares