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Alconada Mon recordó varias anécdotas de sus investigaciones y señaló que hay fuentes más abiertas para dar la información y hay otras que ha tenido que seguir “durante años, literalmente, para poder sentarme a hablar”. Indicó que, el periodismo de investigación, más allá de lo novelesco que se pueda imaginar cualquier que no lo conoce a fondo, “tiene mucho de picar piedra”, por el trabajo que lleva.

EL INTENTO NÚMERO 203

Dijo que una vez estaba buscando a un hombre, llamado Roberto Nicolás Lucero, y no lo encontraba, hasta que tomó la guía telefónica y empezó a llamar a los Lucero uno por uno. El éxito lo obtuvo en el 203 que figuraba en la guía. “Me dijo: es mi hermano. Le pedí que me pasara con él; me respondió que había muerto. Cuando le expliqué el tema, me dio otro nombre, de un compinche de su hermano… Pero no tenía el teléfono. Y arranqué de nuevo a llamar por la guía… Tarde una semana más. Cuando lo encontré me preguntó cómo había llegado a él… Le expliqué y se empezó a matar de risa. Me dijo que fuera al menos a tomar una cerveza… Fui y empezó a contar”, narró.

“La investigación tiene mucho de esto”, subrayó. “A un venezolano me llamó dos años llamarlo cada semana. Hasta que un día lo enganché”, señaló.

“Y después, como el cualquier aspecto de la vida, esto en un proceso paulatino de confianza creciente… El primer día nadie te cuenta algo incómodo, Y eso no significa hacerse amigo, sino que el otro vaya percibiendo que vos vas a respetar las pautas de protección de la fuente”, aclaró.

AMADO BOUDOU Y EL CONVENTO DE LAS MONJAS

También contó que, a veces, se encuentran hechos que el difícil trasmitir porque pueden parecer increíbles para cualquiera. “Cuando investigábamos al entonces vicepresidente Amado Boudou, hoy convicto por cobrar una coima con la máquina de hacer billetes de la Argentina”, llegaba un momento que “nosotros decíamos: si yo publico esto la gente va a creer que me tomé tres whiskies, que estoy loco”.

Indicó que, si no hubiera pasado en la vida real y no se hubiera visto por televisión, informar que un secretario de Obras Públicas “junta dinero en bolsos y los esconde con un fusil en un convento de monjas de clausura… Alguien me diría: Alconada, aflojá con la cerveza”.

“Nosotros no teníamos en la mira a ese convento. Pero teníamos, hace años otros dos concentos”, destacó.

No obstante, también remarcó que a veces uno se topa “con profesionales”, con gente que contrata a especialistas para no dejar rastros o para que los defiendan en casi de ser descubiertos, lo que obliga a aguza el ingenio y a extremar el estudio ara obtener un éxito en la investigación.

LA ANÉCDOTA CON SHOCKLENDER

Por otra parte, el periodista recordó que una vez estaba detrás de Sergio Schoklender, “un personaje muy particular de Argentina, que, entre otros aspectos, mató a su papá y a su mamá” y después de estar en la cárcel conoció a Hebe de Bonafini “y termina metido en Madres de Plaza de Mayo. Se sospecha que ‘licuaron’, que robaron, unos 600 millones de dólares en su momento Esto está bajo investigación de la Justicia argentina… Ese señor me llamó un día para decirme que me iba a matar”, sostuvo.

Expresó que pasó el tiempo y, a los tres años lo llamó, para hablar con él, por otro asunto, que estaba trabajando el periodista Diego Cabot. Schoklender le preguntó por qué no lo había llamado y le respondió que era porque lo había amenazado de muerte. “Y nos invitó a ir a su casa, con Cabot, para juntarnos, los tres, para conversar”, añadió.

“Llegamos con Diego y estaba preparando un asado… Cuando empieza a servir la carne y las achuras, empieza a tararear la cortina Crónica televisión, con la que anuncian las noticias, y nos grita: ‘Mueren dos periodistas envenenados en la casa de Schoklender’. Y pone la carne sobre la mesa. Se hizo un gran silencio. Y agarra él la carne y come. Y nos dice: ‘Boludos, a lo máximo morimos los tres… Comamos’”, subrayó.


LAS COIMAS DE SIEMENS Y PUNTA DEL ESTE

También recordó lo que le pasó cuando investigó el “caso Siemens”. Dijo que había ido a Suiza a recibir un premio y se fue el domingo a buscar a un informante en un pueblo cercano a Ginebra. Fue a su casa, pero no obtuvo ningún dato. Cuando se iba, un vecino le preguntó a quién estaba buscando y le informó que esa persona vivía en otro pueblo cercano, a 10 kilómetros. Y al final lo llevó hasta allá, porque pretendía ir caminando.

Al llegar, tocó timbre y, tras unas palabras en inglés, le dijo al hombre en español: “Lo estoy buscando tengo la copia del acuerdo secreto que usted firmó en Punta del Este y por que cual cobró 2,4 millones de dólares. Y me respondió en español: ‘ya bajo’”.

Indicó que le aportó una serie de tatos y lo mandó a Zúrich, donde consiguió algunos documentos. Pero luego le pidieron que fuera a Múnich, por lo que tuvo que volver a negociar con su jefe en el diario y, finalmente, lo autorizaron a seguir. “Y me pasé cuatro días adentro de la habitación de un hotel, esperando que me llamaran”, agregó.

Dijo que finalmente se comunicaron y terminó en una habitación “con toda la copia de la investigación interna de Siemens sobre las coimas pagadas en todo el mundo. Y yo pedí nada más que el capítulo de Argentina… Estaba todo clarísimo”.

Señaló que metió todo “dentro de una valija, encripté la computadora, la mandé en la bodega y emprendí el viaje para Argentina. Y subo al avión con la parva de papeles, y los pongo entre mis piernas, con temor de que se me fueran a caer. No podía ni ir al baño…Venían a ofrecer las gaseosas y el agua y les decía: no, gracias. Me pasé todo el viaje de Múnich a Buenos Aires sentadito, con 80 centímetros de papeles entre las piernas”.

“Uno de los papeles se firmó en Punta del Este”, confirmó. “Con este material, que tradujimos al español y publicamos un libro, reactivamos la investigación en Argentina, que se iba a cerrar. Y hubo procesamientos y una convocatoria judicial”, resaltó.

El libro “La raíz de todos los males” fue presentado este jueves en Punta del Este.