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La idea fue la de crear una alegoría alusiva a este presbítero quien, con amor y sacrificio reunió a los primeros habitantes de la villa y los estimuló, a fines del siglo XVIII para erigir un edificio tan bello como significativo.

A 250 años de aquella primera fundación, la obra es un homenaje a la gesta del párroco. La escultura fue realizada en acero con partes electro-soldadas. Su simple estructura , está basada en la figura del triángulo como símbolo de la Trinidad y ostenta, entre sus manos, el emblema del pez; proto-signo del cristianismo.

Desde el punto de vista estético- estructural, el monumento integra, en sutil fusión, la forma con el vacío. Quizás, como en una metáfora, se confunde el torso del sacerdote con la blancura del templo (que se ve dentro y fuera de sus contornos). Sólo la cabeza, los brazos y los pies -descalzos- fueron hechos con gruesas chapas de un emblemático barco y son los únicos referentes de la “piel” de este personaje.

Pero lo más valioso de esta obra, es precisamente su hábito; el cual enmarca la figura de Amenedo entre dos bandas que, como una estola, reúnen los testimonios de la vida en nuestra comunidad.

“Se me ocurrió que- en una novedosa trama constructiva- en vez de signos abstractos, los carolinos podrían reflejarse en aquellos objetos reales que intervinieron en la historia de la región. Por lo tanto, comencé a consultar a los vecinos y coleccionistas del lugar para que donaran algunas de estas reliquias que conformarían la sotana de nuestro primer párroco”, señala el artista.

Muchos fueron los generosos donantes . Algunos aportaron estas piezas históricas; otros intervinieron con valioso material de obra y por último, una importante firma, aportó los fondos imprescindibles para todo aquello que no se pudo conseguir.