La idea fija de una genetista de la Policía Científica de que el crimen de Lola Chomnalez no podía quedar impune, sus continuos cursos de actualizaciones que recibió del FBI y las nuevas utilidades que la especialista encontró a un software, fueron las claves para encontrar al individuo acusado de haber ultimado a Lola Chomnalez en 2014.
En la playa de Valizas, los técnicos de Policía Científica encontraron el cuerpo de Lola semienterrado en la arena, a unos 200 metros de la orilla, en una zona de arbustos. Su mochila fue hallada por los policías enterrada en la arena.
En una toalla y en el DNI de Lola, los técnicos de Policía Científica encontraron manchas de sangre. Esas muestras fueron trasladadas al laboratorio genético de esa repartición y allí se estableció que el ADN pertenecía a una persona masculina.
La genetista de Policía Científica cotejó la muestra con el banco de datos del Registro Nacional de Huellas Genéticas, donde están los ADN de todas las personas que tienen antecedentes penales, y el resultado fue negativo. Dicho registro se actualiza todos los días. Y, con cierta periodicidad, la muestra del ADN desconocido hallada en la toalla y en el DNI de Lola, así como las de otros casos sin resolver, se vuelve a cotejar en el sistema informático. Si el sistema cruza el ADN relevado con el que se encuentra en el banco de datos, y da positivo, se le denomina (match). En caso negativo, el ADN queda latente. Eso fue lo que sucedió con la muestra del hoy acusado de matar a Lola Chomnalez, Leonardo Sena, un panadero de 39 años que vivía en el Chuy.
Era imposible que el laboratorio tuviera una muestra de ADN de Sena. Si bien este individuo había cometido delitos en 2003 (lesiones personales) y en 2009 (violación de una joven en La Paloma), sus huellas no estaban en el banco de datos de Policía Científica porque éste se creó en 2012, explicó a El País el director de esa repartición, Fabio Quevedo.
Pasaron las semanas, los meses y los años desde la muerte de Lola. La cifra de ADN recolectados de personas con antecedentes penales aumentaba en forma progresiva. La genetista de Policía Científica seguía con el método tradicional: chequeaba la muestra encontrada en la toalla con las del banco. El resultado era negativo. Así ocurrió en decenas de ocasiones.
La genetista no se rindió. Su obsesión por esclarecer el crimen la llevó a revisar casos similares ocurridos en otros países.
En forma paralela, el software de análisis de ADN -al igual que lo ocurrido con otros dispositivos informáticos- se fue mejorando. Y, al mismo tiempo, la genetista concurría todos los años a cursos en el FBI donde aprendía nuevas aplicaciones de ese software.
Con ese bagaje de conocimientos, la profesional propuso al director Quevedo cambiar el modelo de investigación: abandonar el sistema de chequeos de la muestra del hasta ese momento desconocido con el banco de datos.
“En el laboratorio genético surgieron ideas de trabajo inéditas. No conozco otros casos en la región. La genetista planteó seguir el rastro de ADN por la línea patrilínea y yo aprobé ese cambio”, explicó Quevedo.
Los cromosomas son paquetes compactados de ADN. Los cromosomas Y o X determinan el género masculino o femenino. Mientras que los cromosomas autosómicos no tienen relación con el sexo y sí con funciones básicas del organismo.
Tras iniciar la investigación sobre la patrilínea del padre del individuo que mantuvo un contacto con Lola, el Laboratorio de Policía Científica no avanzó lo esperado. Sí detectó que no se estaba frente a una familia tradicional: la madre había tenido 11 hijos con distintos padres. De esos 11 hijos, tres eran mujeres y ocho hombres. A la especialista de Policía Científica se le dificultaba identificar al dueño de la muestra de ADN encontrada en la toalla y en el DNI de la chica argentina.
Otra idea de la genetista volvió a cambiar el curso de la investigación. La científica sugirió al director Quevedo abandonar la patrilínea y seguir la matrilínea.
La muestra se cotejó con todo el banco de datos del registro de huellas de ADN buscando ese nuevo padrón. Ahí se descubrió que el ADN del supuesto agresor de Lola coincidía con el de un preso a través de un vínculo por el lado materno.
A partir de ahí, la Policía Científica logró ubicar a la madre de ese recluso. Poco después, la Justicia autorizó a la Policía la extracción de una muestra de saliva de la mujer. Y se supo, en forma sorpresiva, que el preso era medio hermano de la persona que había manipulado los objetos de Lola.
Quevedo se reunió con la genetista y con otros asesores. En una charla dijo: “Tenemos al medio hermano (del supuesto asesino) y a la madre. Restan ocho hermanos. Hay que trasmitirles esta información a los investigadores de Rocha”. De los ocho hijos de la madre, tres tenían antecedentes penales. Ellos no habían matado a Lola porque sus ADN estaban en el registro y no coincidían con el relevado en la toalla y en el DNI de la adolescente. Los policías debían investigar a los restantes cinco hombres.
Ante este panorama, los investigadores de Rocha apuntaron a Leonardo David Sena por su perfil: tenía un antecedente por violación. A partir de ahí todo se aceleró. El juez de Rocha, Juan Giménez, ordenó la detención de Sena. El hoy procesado se negó a que le extrajeran una muestra de saliva para obtener su ADN. Entonces el magistrado ordenó a la Policía que realizara un allanamiento a su vivienda ubicada en el Chuy y retirara ropas y un cepillo de dientes. Así la genetista de la Policía Científica pudo lograr una muestra de Sena que resultó coincidente con la relevada en la toalla de Lola.
Quevedo dijo: “La coincidencia de ambas muestras es de 99,999999%”.
(Copyright El País - Eduardo Barreneche)