No hay duda que la impericia de algunos ladrones contribuye a elevar los índices de eficacia policial. En Aiguá, un joven delincuente se delató por un tatuaje y, por si acaso, olvidó su mochila con la cédula de identidad en el local de cobranzas que intentó robar.
El descuidado Federico López terminó en prisión, imputado de “tres delitos de hurto agravados por la nocturnidad y la pluriparticipación en reiteración real en grado de tentativa”.
El 28 de setiembre llevó un cómplice a un estudio rural de Aiguá y logró robar 1.000 pesos. De allí salieron, victoriosos, con la idea de dar otro golpe en la apacible ciudad norteña.
Sin embargo, cuando días después intentaron robar el dinero del BPS para el pago de pasividades en una red local, la suerte les fue esquiva. No podían saber que alguien advirtió a la Policía sobre esa posibilidad y que, ni lento ni perezoso, el comisario se había encargado de que la sucursal tomara medidas especiales para guardar el dinero.
Así que López entró al local y exigió una suma que no había, mostrando claramente a la cámara de seguridad el precioso dragón que, tiempo atrás, se tatuó en un brazo. Ofuscado, porque no encontró el botín esperado, abandonó el local de cobranzas sin pensar en la mochila que llevó para cargar los preciados fajos de dinero que jamás tocó.
De eso se dio cuenta demasiado tarde. La Policía no sólo tenía pistas firmes sobre un ladrón con un dragón en medio brazo, sino también su nombre completo y hasta la fecha de nacimiento… que figuraban en la cédula, guardada pulcramente en la mochila olvidada en la escena del delito.
Las inequívocas pistas llevaron rápidamente hasta López, quien además resultó ser uno de los delicuentes que hace un tiempo intentaron forzar la caja fuerte de otro local de cobranzas en la ciudad de San Carlos.
Ahora está preso aunque su compañero de fechorías, L.T, fue procesado sin prisión.
(producción: Fabián Sánchez)