El relato de Dayver Larrosa, un obrero de la construcción, contó a FM Gente la con<x>movedora historia de la relación con su hijo Darío, quien afirma fue asesinado por siete policías que entraron en la celda en la que cumplía reclusión, y lo mataron. Prepara una manifestación pidiendo justicia para el 24 de enero.
La forma cómo Larrosa expone en el relato la relación con su hijo procura ser distante, equilibrada, admitiendo los errores que pudo haber cometido en la conducción de la vida de un joven que se desvío a los 16 años.
Hasta esa edad, Larrosa asegura que Darío era un chico ejemplar, competidor destacado e instructor de Karate, estudiante, y trabajador. Compitió en el país y en el exterior con buenos resultados.
EL MOMENTO DEL DESVÍO
“Antes de los 16 años la cabeza le hizo un click, o no sé quién, porque él no tenía juntas, era algo raro, él se dedicaba a trabajar y después iba a dar clases”, dijo en un tono de resignación, tal vez admitiendo que ese fue el tiempo que tuvo para ayudarlo, y no supo hacerlo.
Agregó como buscando el tiempo perdido, que Darío “tenía alrededor de 30 alumnos, todos niños, y daba clases, era el referente de la escuela, como competidor, como maestro, como todo, y en mi casa también”.
Darío comenzó a cometer rapiñas, hechos delictivos violentos, en el relato de Larrosa, de la noche a la mañana, sin que él advirtiera lo que pasaba; o, habiéndolo advertido, sin saber cómo ponerle límites.
Insiste en el único límite que le impuso a Dario: “Él no iba a mi casa, yo no lo dejaba ir”.
“Empezó a cometer muchos delitos, muchos delitos graves como ser rapiña, cosas que no tenía necesidad de hacer, pero la mayoría de los hechos de él eran de violencia”, contó.
Prosiguió asegurando que “tratamos de ayudarlo de todas formas, pero no hubo forma de… fue imposible; yo le ayudaba por fuera, cuando lo largaban yo siempre le daba ayudas económicas, porque él en mi casa estaba suspendido, no iba”.
LA INDIGNACIÓN
Larrosa dijo que contaba la historia “indignado”, afirma que por cómo “la policía decidió matarlo”.
“La policía decidió matarlo, no dejarlo salir, la policía hizo de juez, la policía tomó la decisión de aplicar la pena de muerte como hacen en Estados Unidos, pero más cobardemente: eran siete contra uno, y a balazos adentro de una celda”, expone su versión de lo ocurrido.
Dijo que “yo lo que reclamo es justicia, justicia, nada más que justicia, que paguen por lo que hicieron, que si bien mi hijo era un delincuente, en este momento yo pienso que la policía fue más delincuente que él”.
“Porque hay formas de reprimir a un recluso por más que esté exaltado, lo que sea; si él está durmiendo, entran lo matan, lo llevan a un centro asistencial donde saben que no hay anestesista, ni hay cirujano, para que se muera”, explica.
LOS VOY A PERSEGUIR
Larrosa somatiza el aniversario de vivir sabiendo que Darío ya no estará nunca más con él, endureciendo su tono contra la justicia y los policías: “Ahora no hay informe de balística ni de ITF para la policía”.
“Para esos policías entre comillas, que son unos delincuentes peor que mi hijo, porque mi hijo, gracias a Dios nunca mató a nadie cobardemente, yo pienso que no van a poder dormir tranquilos por la conciencia, y porque yo los voy a perseguir hasta que se haga justicia”, prometió.
Afirmó que “el día que se haga justicia mi hijo va a descansar en paz, pero lo que yo reclamo más que nada es justicia, que se hagan las cosas como deben ser”.
Su versión de cómo Darío se enfrentó a siete policías encerrado en una celda es escueta, pero Larrosa contó episodios anteriores en los que su hijo ya había enfrentado a grupos de policías muy preparados para reprimir la violencia.
“Antes de los 18 años tuvo una pelea, que le vinieron a pegar, la policía de la GEO (Grupo Especial de Operaciones), y él se defendió, porque eran como ocho o 10 contra él”, dijo.
PAPITO LLEGÓ HASTA HOY
Larrosa dijo que en la pelea contra los miembros del grupo GEO, Darío “le pegó una patada a un vidrio, salta un pedazo de vidrio y le corta la cara a un policía, pero no fue que lo haya cortado directamente”.
“La juez le dio la oportunidad, al otro día cumplía los 18 años, de dejarlo en libertad, porque yo hablé con el juez; ese día le dije: bueno, m’hijo, papito llegó hasta hoy, a partir de mañana corre por tu cuenta lo que tú hagas”, relató la forma cómo cortó con Darío. Más adelante admitió que ni siquiera lo fue a visitar cuando ya estaba en la cárcel.
Entrevista: Fabián Sánchez