En lo que va del corriente año los casos del virus se detectaron en 15.000 uruguayos, de acuerdo a los datos oficiales. El número acumulado en Uruguay desde el inicio de la pandemia ya supera el millón de personas, mientras que los fallecidos como consecuencia de esta enfermedad son más de 7.600.
Si bien la tendencia marca una baja significativa de casos y un camino hacia la etapa de endemia, los especialistas destacan la importancia de continuar con la vacunación y la atención frente a la aparición de síntomas para proteger a la población más vulnerable.
Luego de tres años del inicio de la pandemia por el SARS-CoV-2, la situación plantea un panorama distinto al del comienzo, con una tasa de incidencia, es decir, de casos nuevos, de entre 20 y 30 veces inferior a la de hace un año .
Sin embargo, el COVID-19 aún tiene que asentarse en un patrón predecible, lo que implica seguir atentos.
En Uruguay, el último informe elaborado por el Departamento de Vigilancia en Salud del Ministerio de Salud Pública, con datos del Sistema de Gestión SG-DEVISA y el Certificado de Defunción Electrónico, muestra que el número total de casos acumulados de COVID-19 en Uruguay supera el millón de personas desde el inicio de la pandemia y hay más de 15.000 casos confirmados en lo que va de 2023.
Por otra parte, el mismo documento establece que el porcentaje de camas en Centros de Tratamiento Intensivo (CTI) ocupadas por esta causa es 0,4% y el promedio de pruebas positivas es 3,6%, aunque también se estima un subregistro, dado por aquellos pacientes que cursan la enfermedad, pero no son hisopados por sus prestadores de salud.
En este contexto, el médico internista e infectólogo, profesor Grado V de Clínica Médica “1” de la Facultad de Medicina, Dr. Jorge Facal, indicó que “en la comparación interanual se observa un desacople entre los casos confirmados de esta enfermedad y la cifra de fallecimientos”.
Para el especialista, la situación actual es producto de una exitosa campaña de vacunación llevada adelante a nivel nacional: “si bien todavía queda un porcentaje importante de la población que no tiene la tercera o la cuarta dosis, sumado a un pequeño número de personas que no ha recibido ninguna vacuna, comparativamente con otros países de la región y del mundo.
El porcentaje de vacunación en Uruguay es altamente satisfactorio y eso es lo que nos permite vivir esta realidad, con una menor cantidad de pacientes internados por COVID-19 o fallecidos por esta causa”, aseguró.
Más allá de esta tendencia, el Dr. Facal explicó que “actualmente, se siguen registrando varios casos diarios de COVID-19, en su mayoría de leve entidad, principalmente en las personas vacunadas, sin complicaciones y que no requieren internación.
Sin embargo, el testeo es fundamental en personas con enfermedades previas o con respuesta inmune alterada o comprometida, para realizar un diagnóstico oportuno, considerar las medidas necesarias y disminuir las posibles complicaciones.”
Se sabe que el riesgo de enfermar gravemente tras infectarse por SARS-CoV-2 es mayor en adultos mayores y en aquellas con afecciones de salud previas, como diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, entre otras.
Conocer la cantidad de individuos con mayor riesgo de padecer COVID19 grave puede fundamentar el diseño de estrategias de protección, manejo y cuidado de las afecciones crónicas, así como orientar la distribución de vacunas.
Sin ir más lejos, actualmente el 15,5% de la población uruguaya pertenece al grupo de adultos mayores (+65).
Por lo tanto, el doctor Facal concluyó que “si un individuo es inmunocompetente, es decir, que posee el nivel de defensas adecuado, el COVID-19 va a transcurrir como una enfermedad respiratoria leve y podrá manejarse en el domicilio.
Sin embargo, aquellas personas inmunocomprometidas y/o con una o más comorbilidades, tienen mayor riesgo de padecer enfermedad grave, con necesidad de hospitalización y riesgo de muerte.
De ahí la importancia de mantenernos aún atentos a la evolución dinámica de esta pandemia”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) sigue adelante con la ardua tarea de reportar lo que acontece cada semana en todos los continentes respecto a la pandemia de COVID-19 que, a pesar de haber disminuido notablemente, todavía persiste.
El análisis indica que, desde el inicio de la pandemia, hubo más de 760 millones de casos confirmados en el mundo y más de 6.8 millones de decesos, lo que equivale a una mortalidad cercana al 1%.
Actualmente, la tendencia hacia la baja de casos ha sido significativa, permitiendo que muchos países retomen sus actividades habituales.
Desde el inicio de la pandemia, a fines de 2019, las distintas olas de contagios y muertes han afectado al planeta de una manera desigual y el panorama es heterogéneo.
Cuando se observa la cantidad de contagios, Europa tiene la mayor cantidad, aunque en la cantidad de muertes, América tiene la mayor incidencia.
Para el médico internista, infectólogo y profesor Grado V de Clínica Médica “1” de la Facultad de Medicina, Dr. Jorge Facal, “esto se debe a una multiplicidad de factores: por un lado, el tiempo de demora en llegar la enfermedad a la región.
Por su parte, la infraestructura y el sistema de salud varía en cada lugar y cuenta con distintos mecanismos de respuesta. También, cada país aplicó estrategias de prevención y vacunación diferentes”.
En el caso puntual de Uruguay, Facal agrega que “tuvimos una campaña de vacunación acertada, con muy buenos niveles iniciales de adherencia, así como también claridad en la información brindada a la población en cuanto a medidas de prevención y el manejo de la situación durante los meses más críticos”.
El SARS-CoV-2 puede trazarse como un árbol genealógico. Todos los linajes tienen nombres para que los científicos puedan referirse a ellos.
Respecto a los linajes predominantes, los análisis de muestras en cada país arrojan que el 98,4% de las cepas circulantes en el mundo corresponden a Ómicron.
En este contexto, la previsibilidad del virus aún no está del todo clara para los entes internacionales.
De ahí, el Dr. Facal destaca “la importancia de mantener los sistemas de vigilancia y, más allá de que las personas hayan recuperado gran parte de los hábitos y vida previa luego de las importantes restricciones que atravesamos, continuar atentos a las medidas de prevención y consultar ante síntomas”.
Desde el inicio de la pandemia de COVID-19, los científicos y profesionales de la salud se han dado a la tarea de identificar a aquellas personas infectadas por el virus que están en mayor riesgo de padecer enfermedad grave.
Se estima que 1,7 mil millones de personas en el mundo – que equivalen al 22% de la población global – tienen al menos una condición subyacente que las pone en mayor riesgo.
Afortunadamente, hoy sabemos mucho más sobre cómo identificar esos riesgos para actuar en consecuencia.
Cuando hablamos de riesgo de padecer COVID-19 grave, Facal, explica que “nos referimos a tener la probabilidad de desarrollar un cuadro severo, donde la insuficiencia respiratoria es la consecuencia más grave.
Inicialmente, el cuadro – caracterizado por síntomas como fiebre, cansancio, dolores musculares y articulares, cefalea, dolor de garganta, resfrío, tos, etc. – puede agravarse con el correr de los días, con aparición de dificultad respiratoria, lo que puede requerir que la persona enferma requiera oxigenoterapia y, en etapas avanzadas, asistencia respiratoria mecánica.
Esto puede implicar la necesidad de internación en el primer caso y de ingreso a un Centro de Tratamiento Intensivo (CTI) en caso de evolución, con riesgo de muerte en los casos más severos”.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades enumeran una serie de afecciones a considerar, que incluyen :
1. Edad: tener más de 65 años.
2. Padecer obesidad o sobrepeso.
3. Vivir con diabetes tipo 1 o 2 (principalmente si no está controlada).
4. Tener alguna enfermedad pulmonar crónica.
5. Padecer o haber padecido cáncer.
6. Tener el sistema inmunitario debilitado: por ejemplo, por padecer VIH o haber recibido un trasplante.
7. Tener alguna enfermedad crónica renal y/o cardiovascular.
8. Padecer alguna discapacidad.
9. Consumir tabaco.
En este contexto, el Dr. Facal agrega: “Lo que vuelve peculiar a los pacientes inmunodeprimidos, es que tienen una menor defensa frente a la infección.
Se trata de una población heterogénea, con distintos niveles de riesgo según su condición, por lo que es importante el análisis en cada caso.
Cada persona debe conocer su nivel de riesgo de acuerdo a sus enfermedades crónicas o su estado inmune, a fin de tomar las medidas preventivas necesarias, estar preparado en caso de contraer la enfermedad y estar listo para requerir una consulta para recibir un tratamiento oportuno”.
En lo que respecta a Uruguay, el Dr. Facal agrega que no hay una cifra exacta sobre la cantidad de personas inmunodeprimidas, pero es posible tener una estimación basada en datos de países como Estados Unidos, cuya población con estas características alcanza el 3%.
“Hay condiciones que hacen que algunos virus, como el VIH, sean más prevalentes en un país que en otro, pero hay enfermedades que son más transversales, como las oncológicas y hematológicas.
Por lo tanto, y en base a mi experiencia local, podríamos decir que la prevalencia de personas inmunodeprimidas en nuestro país debería ser similar”, concluyó.
Aunque la mayoría de las personas con COVID-19 tienen síntomas leves a moderados, la enfermedad puede causar complicaciones médicas graves en algunas personas.
Los adultos mayores o quienes cuentan con afecciones médicas preexistentes, no sólo corren un mayor riesgo de enfermarse gravemente, sino que esta situación puede implicar una descompensación en los síntomas de sus enfermedades de base.
En este contexto, es importante estar atentos.
El doctor advierte que “en estos casos, enfermar de COVID-19 puede ir más allá de los síntomas respiratorios, decaimiento y fiebre, para determinar la descompensación de enfermedades previas, como las cardíacas, renales, respiratorias, diabetes, u otras”.
Algunos ejemplos de la correlación entre enfermedades de base y COVID-19:
• Diabetes: Las infecciones virales pueden aumentar la inflamación en personas con diabetes. Esto puede ser causado por los niveles de azúcar en la sangre, lo cual podría contribuir a complicaciones más graves.
Asimismo, cuando una persona con diabetes se enferma con una infección viral, enfrenta un mayor riesgo de cetoacidosis diabética (CAD), que comúnmente experimentan las personas con diabetes tipo 1.
La CAD puede dificultar el control de la ingesta de líquidos y los niveles de electrolitos, lo cual es importante para controlar la sepsis.
La sepsis y el shock séptico son algunas de las complicaciones más graves que han experimentado algunas personas con COVID-19.
• Obesidad: La obesidad es una afección que favorece la inflamación crónica, originada por el exceso de tejido adiposo.
En personas con obesidad, contraer COVID-19 puede exacerbar aún más la inflamación, exponiéndolos a niveles más altos de moléculas inflamatorias circulantes, lo que puede producir una disfunción metabólica y conducir, entre otras patologías, a dislipidemia, resistencia a la insulina, diabetes tipo 2, hipertensión y enfermedad cardiovascular, que también se han considerado factores de riesgo de COVID-19.
• Afecciones pulmonares crónicas: Tener una enfermedad pulmonar crónica – como asma, EPOC o displasia broncopulmonar – puede aumentar el riesgo de enfermar gravemente a causa del COVID-19 .
Dado que el SARS-CoV-2 es un virus respiratorio, su impacto en este sistema es directo y su sintomatología – como resfrío, tos y dificultad para respirar – puede resultar complementaria a cualquier cuadro pulmonar con el que ya se convive.
A modo de conclusión, el Dr. Facal, agrega que “la prevención es fundamental y, en este sentido, la vacunación ayuda a disminuir la probabilidad de padecer un COVID-19 grave, así como también tomar conciencia de las enfermedades preexistentes, para estar atentos y consultar al médico frente a cualquier signo o síntoma relacionado con el SARS-CoV-2 y tener la posibilidad de recibir un tratamiento oportuno”.
Si se presenta una o más de las condiciones mencionadas, el especialista indicó que es muy importante que, ante síntomas de COVID-19, se acuda a un especialista de confianza para realizar el correspondiente testeo y analizar el nivel de riesgo.
Del mismo modo, recordó que existen medidas de prevención, como mantener los esquemas de vacunación recomendados al día y lavarse las manos con frecuencia para evitar la circulación y transmisión del SARS-CoV-2.