El exfiscal y diputado del Partido Colorado, habló sobre los recientes casos de corrupción en Artigas, la situación actual de la Justicia y sus discrepancias con el gobierno en materia de seguridad.
En diálogo con FM GENTE, Gustavo Zubía, se refirió al escándalo de corrupción en Artigas, que involucra al intendente Pablo Caram, su primo Rodolfo Caram, su esposa Stefany Severo, y la exdiputada nacionalista Valentina Dos Santos, y aseguró estar “asustado” con las resoluciones.
Por dicho motivo, en el día de mañana presentará un proyecto de ley que permita la regulación del funcionamiento de los procesos abreviados como tales, cuando se trate de funcionarios públicos involucrados.
Su propuesta radica en que se quiten los procesos abreviados ya que, según su parecer, se trata de un mecanismo que le “facilita” al indagado el procedimiento, y habilita un sistema de “ventajas” y “coronita”.
“El 99% de los procesamientos, a los operadores políticos del sistema de la administración del Estado, han sido sin prisión”.
En esa misma línea, consultado sobre la Justicia y la seguridad, Zubía afirmó que Uruguay posee un sistema que está “de rodillas” y una Fiscalía que está “decapitada”.
Asimismo, remarcó que sumado a los problemas judiciales, existe descontrol en la seccionales policiales y en las cárceles donde el gobierno “aún no ha logrado quebrar la cadena de comunicación por celular para con el afuera”.
El diputado aseguró que la Policía debe pasar de papel de “testigo” a un rol “ofensivo” en la lucha contra el delito, que implique procedimientos en la calle y enfrentamientos con el crimen organizado.
Sin embargo, aseveró que dicho cambio no sucede debido a la falta de voz de mando por parte del Presidente de la República, Luis Lacalle Pou, quien debería “cambiar la pisada”.
Zubía subrayó que Lacalle Pou no propone una policía ofensiva contra el delito por posible mala repercusión en la ciudadanía y en la oposición, la cual podría llevar a un problema electoral.
El exfiscal remarcó que tenemos una ciudadanía orientada a lo emocional, que “va a poner el grito en el cielo” si hay enfrentamientos y muertos.
“No se puede llevar a cabo una política de seguridad si se está contabilizando si los demás me aplauden o me chiflan”, concluyó.