“Soy Roberto Ramón Soler Castro. Cédula de identidad 3.439.925 – 1. Nacido en Piriápolis, en la tercera sección del departamento de Maldonado”. De esta forma el ex soldado de primera, que revistó como sanitario en el Batallón de Ingenieros Nº 4 de Laguna del Sauce entre 1975 y 1977, finalizó una extensa entrevista con FM Gente, en la que confesó haber sido testigo de torturas durante la dictadura, dio nombre de torturadores y asistentes y hasta indicó un lugar donde podrían estar enterrados los restos de detenidos desaparecidos. Aseguró que, hasta ahora, se ha buscado en el lugar errado.
El ex militar que durante más de media hora de entrevista quiso identificarse sólo como “Roberto”, optó finalmente por tener el “carácter” que a su juicio no tienen los oficiales que saben donde están los desaparecidos y niegan a los familiares el derecho a saberlo. Dio sus datos personales aunque confesó que tiene miedo a sufrir represalias de ex militares que no quieren que hable. Sostuvo que él jamás participó en torturas y aseguró que una vez fue puesto bajo arresto durante ocho días por negarse a golpear a un detenido.
Soler aseguró que se guardó esta historia durante años en los que vivió atormentado y que varios amigos políticos del Frente Amplio que conocían su testimonio le pidieron que hablara. Dijo que nunca lo hizo para que nadie pensara que lo hacía por motivos políticos pero ahora decidió hablar por dos motivos: primero, porque escuchó en la radio a gente “que habla por boca de ganso sin saber qué es lo que realmente ocurrió” y segundo, porque entiende que el gobierno está dándole ahora la oportunidad de aclarar los hechos.
Dijo que él no torturó, pero tiene datos y recuerda perfectamente la imagen de quienes sí lo hicieron. Por eso quiere que la Justicia lo convoque e investigue sus declaraciones a esta emisora y que citen a los oficiales, para que tengan la conciencia de decir dónde están los restos de los desaparecidos, que están todos muertos.
A continuación, la transcripción completa de la entrevista:
Washington Ferdinand (WF) - En la mañana del martes en la página central de la Revista Informada se produjo una llamada al aire. La misma sorprendió a los periodistas y a la audiencia. El señor, Roberto, se identificó como soldado de primera que revistó en el Batallón de Ingenieros Nº 4 de Laguna del Sauce y dijo saber muchas cosas que pasaron allí con detenidos. Dijo que tenía muchas cosas para decir. Eso fue una llamada telefónica, hoy estamos conversando en vivo con él. Roberto, ¿qué lo llevó a llamar a la radio?
Roberto Soler (RS) - Primero, que estoy cansado de escuchar las campanas de un lado y del otro y que no se diga la verdad. Hace muchos años que estoy aguantando que se habla mal de los tupamaros, que caen soldados mal también pero dentro de las fuerzas armadas hay mucha gente buena. Pero del otro lado también cayeron gente que sin ser tupamaros fueron detenidos sin ton ni son. En los años que yo estuve fueron varios los detenidos, como Stuart, Carlos un muchacho de Piriápolis, uno que le decían el Foca también de Piriápolis, Carlitos que era masajista de la selección de Maldonado también sindicato como tupamaro. El maestro Policho de Pan de Azúcar y creo que la señora también estaba detenida en el batallón Nº 4. en ese tiempo el comandante era Moraes y era un perseguido, todo el que veía era tupamaro para él. Y me cansé de que mucha gente por boca de ganso hable sin tener conocimiento de nada. Porque, por lo que he escuchado, hablan jóvenes que no saben directamente. Solamente estando dentro de la Unidad se puede saber qué pasaba ahí adentro. De afuera no se puede saber, porque por libros de historia escriben los ganadores. Así que no se puede… el resto de creencias es muy vaga para decir que esto fue así. Yo lo digo con convicción porque fui militar.
WF – Roberto, usted dijo que tenía muchas cosas para contar. ¿Qué fue lo que vio? ¿Qué es lo que usted quiere contar?
RS – Bueno, primero que el teniente que nosotros le decíamos el “loco” Barrios era uno de los torturadores más grandes del Batallón de Ingenieros Nº4. La sala de tortura era… desde la… entrando… saliendo de Mayoría, por la puerta exterior que va al casino de oficiales derecho hay una puerta que va al cuarto de los oficiales. Sobre mano izquierda, anteúltimo de los últimos baños, había una sala de tortura con camas empotradas en el piso, caballetes y tanques llenos de agua. A una se le llamaba “la parrilla”, que era poner una sábana mojada abajo, esposar al detenido arriba, ponerle otra sábana sobre el cuerpo y tocar la sábana para que recibiera los shocks eléctricos y no quedaran marcas. Pero como en ese tiempo se tenía el poder de hacer lo que se quería hacer, uno como soldado no podía negarse, aunque la orden de un superior se puede negar siento la consecuencia del arresto. Porque si lo obligan a hacer algo que está en contra de sus principios la orden tiene que ser dada por escrito.
WF - ¿Usted torturó?
RS – No. Y mucha gente sabe quién soy. Uno de los detenidos es Varona, reconocido aquí en Maldonado, muy buena gente, hablo con él en la calle cada vez que lo veo. Todos me conocen de los que estuvieron ahí, porque a todos les saqué la capucha para que vieran mi rostro porque no tenía nada que ocultar. La vez que me llamaron cuando estaba de policía militar para golpear a un detenido me negué y por eso me comí ocho días de sanción.
WF - ¿Quiénes torturaban?
RS - Barrios, un sargento que era ayudante, un cabo que era ayudante, oficiales… Varios. ¿Querés que te dé los nombres? Te los nombro. Uno de los ayudantes era Plácido Amorín, el cabo Churi, el alférez Luque. Luego cambiaron y vino el hermano del teniente Barrios, que le llamamos “el cowboy loco”. Después… también se torturaba aquí en la Seccional 1ª, había el mismo sistema y estaba un primo hermano de Barrios, también llamado Barrios. Otra cama empotrada en el piso, entrando para el patio, sobre mano izquierda había una piecita abajo y había una cama donde se torturaba a los detenidos también. Lo que te estoy diciendo es todo verdad, porque si la justicia me llama le diré la misma verdad que te dije. No tengo miedo, no tengo miedo de decir esto aquí, adelante de ellos si son detenidos, cara a cara, en careo. Cualquier cosa.
WF – ¿Vio morir a alguien?
RS – Supe de una muerte, del hijo del fotógrafo Pepe de Piriápolis. Que fue, según lo que dijeron, de un ataque al corazón. Yo vi la camilla y tenía demasiada sangre para un ataque al corazón, solamente que se le hubiera reventado la aorta o hubiera escupido sangre. Pero la camilla estaba justamente al lado del puesto dos, tirada atrás de la enfermería, con sangre. Esa fue la única muerte que supe fehaciente.
WF - ¿Qué sabe de Horacio Gelós Bonilla?
RS – Yo estaba en la unidad en el tiempo de Gelós Bonilla. Voy a comentar lo que se hacía. El que lo castró fue un tal Rodríguez. Era negro. No voy a decir morocho porque es ofender la raza negra. El negro es negro, el blanco es blanco. Como dicen que no hay que ofender, era un negro grandote que sé que es Rodríguez, que dicen que fue el que lo castró. El nombre no lo sé, pero si pidieran los legajos de la Unidad te los mostraría a todos. Porque si la Ley quisiera, para que mostraran los legajos que están con fotografía, te podría señalar uno por uno a los torturadores de ese momento.
WF – ¿Eran todos militares los torturadores?
RS – La mayoría de ellos. Civiles no conocí ninguno, pero militares sí. Militares y entre ellos algún policía.
WF - ¿Había médicos?
RS – Sí, pero no sé si torturadores. Estaban para decir “hasta aquí, parate porque no va a dar el cuerpo. Si lo siguen torturando va a morirse”. Era como un freno que ponían y luego le seguían dando. No había ningún problema. En ese tiempo estaban el doctor Pons y Braga, en el tiempo que yo estaba en la unidad.
WF – ¿Con qué rutina se hacían las torturas? ¿Había algo prestablecido o era cuando se le ocurría a un oficial?
No, las torturas muchas veces se hacían de noche. Yo como era el sanitario de ahí y como no tenía lugar para ir, me recorría toda la unidad. Muchas veces, yendo por el pasillo para revisar los baños de los oficiales sentían que se estaba torturando a gente. Y no hay cosa que sentir llorar a un hombre de impotencia, estando maniatado y encapuchado. Es lo peor. Los que vimos películas entre alemanes y judíos… era algo similar. En proporción menos, pero era que uno le toma bronca a los alemanes pero yo no tengo nada contra el Ejército Nacional porque me dio mucho. Pero cuando uno llega a un límite de ver que se está hablando cosas sin sentido de un lado y sin sentido del otro y que hay gente que no tiene ni la menor idea de lo que sucedió dentro de una unidad, es el acabose. No podés aguantar más. Y esto lo he venido aguantando muchos años. Muchos años sin dormir. Me tuve que ir de baja con la excusa de mi mejora de sueldo, porque como yo era especializado y diplomado por medio del ejército, por la unidad porque me mandó a estudiar sanitaria. No tengo nada contra el Ejército, pero sí contra el accionar desmedido. Porque una vez que sos juzgado y procesado y vas a cumplir una condena, que te sigan torturando… ¿para qué? Ya está, ya tenés que empezar a pagar con la sociedad lo que hiciste. Se pasó de la raya.
W.F - ¿Qué justificación había entre los militares para seguir torturando a gente que ya estaba detenida o procesada?
R.S - No había justificación. El militar no se justifica ante nada. Actúa, no se pone a pensar. Había algo acá, muy pocas veces en el departamento de Maldonado, por orden del comandante no se podía dejar entrar a gente del departamento. Creo que la nuestra fue la última tanda que entró, creo que fuimos dos o tres de Maldonado. Porque no era fácil lavarle el cerebro a personas que tienen contacto con gente de varios lugares. Como es una zona turística, que uno conoce, tiene otro pensar. Entonces el Ejército buscaba en ese momento gente bruta. O sea, que no tuviera pensamiento, que le fuera fácil de lavar el cerebro. Doy gracias que a mí no se me dispusiera lavar el cerebro porque no me creo inteligente, pero tengo mi principio y la persona que tiene principio es imposible que le laven el cerebro.
W.F. - ¿Cómo lavaban el cerebro? ¿Qué quiere decir eso?
R.S - Hablándote, inculcándote. “El pichi este, el pichi lo otro. El tupamaro esto, el tupamaro lo otro”. Lo primero que te preguntan es por qué ingresas al Ejército. Muchas veces, como ingresé yo, por un sueldo. Y mucha gente de la unidad… Porque hay tres categorías: el militar, el milico y el que es milico-milico. El primero entra como yo, para ganar un sueldo. El milico entra para ascender y tener una buena carrera. El milico-milico es aquel que no sirve ni para servir a la Patria, que se rige por el reglamento, que le da lo mismo una cosa que otra. Y ellos lo saben los militares y en estos momentos quienes estén escuchando se dan cuenta que es así.
W.F. - Usted habló de hombres, ¿había mujeres también?
Sí, detenidas. Y carente de pudor la mujer militar. Una vez se tapó un baño en la planta alta del casino de oficiales donde estaban las detenidas, las duchas son abiertas. Me llamaron, había una militar, una soldado, parada en la puerta, me hace pasar. Yo sentía el ruido del agua y miro el piso inundado. Llevo la sopapa, una linga para destapar y he aquí que cuando entro y voy a la ducha, todas las detenidas se estaban duchando como dios las trajo al mundo. Entonces me di vuelta para atrás y las militares se entraron a reír y me dijeron que yo era homosexual porque no me gustaba verlas desnudas. Entonces le pregunté a ver si una de ellas estaba detenida, si le hubiera gustado que yo la viera a ella o a su madre o a su hermana, contra su voluntad.
WF - ¿Esas mujeres eran torturadas también?
R.S - Todo… dentro de la unidad muchas mujeres fueron torturadas. Eso sí no lo vi. Pero todo aquel que caí como sedición dentro de la unidad era torturado para saber quiénes lo acompañaban, quiénes eran los compañeros de armas. Es así, para tu sacar una verdad no te la van a decir así no más. Te torturan primero y luego te preguntan. Y te vuelven a torturar a ver si vos dijiste. Y la persona torturada llega un momento que llega a decir cosas que no son ciertas. Porque para librarme de la tortura puedo incriminar a cualquiera, al que se me antoja. Me acuerdo de Artigas y lo condeno, ¿total? Pero no es así, la tortura no es buena ni para un lado ni para el otro. Porque te saca cosas de la mente que no son verdad.
W.F - ¿Las mujeres eran torturadas solo o también abusadas?
R.S - Supe el caso de un alférez que, nos sé como le diría, se acostó con una de las detenidas, la sobrina del Coronel Premoli y fue dado de baja. Pero porque sería la sobrina del coronel, nada más. Fue el alférez Sosa, fue dado de baja.
W.F - ¿Las mujeres eran torturadas por hombres o por mujeres también?
R.S - En eso serían las mujeres. Yo no vi la tortura de mujeres. Pero estando un oficial hombre a cargo del S 2 el que lleva la cabeza es el superior. Si usted le corta la cabeza a un bicho no tiene andamiento. En el ejército, la cabeza principal son los oficiales. La responsabilidad recae en los oficiales, tanto los alférez que son de la Escuela y ya pasan a pertenecer al comando y los sargentos también pertenecen al Comando General, no pertenecen a una unidad. Desde ahí puede torturar cualquiera, tanto los alférez, como tenientes como teniente coronel, como capitanes, como mayores… Eso no se sabe, pero sé que el teniente Barrios encabezaba siempre las torturas.
W.F - Usted dice que uno se cruza con torturadores por la calle. ¿A quiénes se cruza?
R.S - A muchos torturadores, a muchos. Amorín era ayudante de los torturadores, Barrios en el tiempo de Antía era el que trabajaba con maquinaria pesada y ahora disparó para España porque sabía que iba a caer. Rodríguez, ese morocho que yo te digo, también. Churi también. Hay un montón de gente que anda por la calle de Maldonado, que no se conoce como militar. Porque ellos no andan con un cartelito diciendo yo fui militar y torturador. Y te digo, no soy un resentido contra el Ejército, soy un agradecido al Ejército. Durante muchos años me estaba quemando la cabeza esto. Mucha gente que sabe de lo que estoy hablando me dijo, pero como estaban en la política, del Frente Amplio, yo no quise nunca hablar. Amigos dentro de la política del Frente me quisieron para que yo hablara en el tiempo de elecciones, pero yo nunca quise hablar. Soy apolítico.
W.F - En los últimos tiempos se llegó a acciones que llevaron a buscar dentro del batallón de Ingenieros posibles enterramientos de desaparecidos. ¿Usted vio algún enterramiento? ¿La zona en la que se buscó era una zona en la que podía haber enterramientos?
R.S. - No, ya desde el principio en que se dijo la zona del polvorín, sabía que la pisada estaba muy errada. Porque es una zona demasiado plana. En el tiempo que se había hecho el famoso “plan chilca”, se había cortado todo a ras, para que se hubiera una visión tanto diurna como nocturna, para que el soldado de guardia tuviera una mejor visión por si había un ataque contra la unidad. Se sabía que de esa zona se había sacado tierra y tepe, que son los panes de césped, que son gruesos y ya vienen con tierra y se pueden poner sobre la piedra y sigue naciendo.
W.F - Si ese lugar no era el indicado, ¿para usted hay un lugar en el que se pudo haber enterrado gente en el batallón?
R.S - Una zona que se me tenía prohibida a mí y a mucha gente, era esquina cruzada con la Compañía B. Yo, como sanitario, tenía que tener acceso a todos los lugares porque mi tarea era destapar cañerías. Y a mí en ese tiempo, justamente en el tiempo de la desaparición de Gelós, era una zona que son de cámaras sépticas. Y era la única zona a la que yo no tenía acceso por peligro. Cualquier sanitario sabe que uno antes, si sabe que hay una fosa séptica o algo, pincha por si tiene muchas años y cede el terreno. Pero esto eran cámaras a cielo abierto, nada más que con tapas corredizas de material, así que no había ningún peligro. Y se me prohibía andar por esa zona.
W.F - ¿Eso está ubicado en qué lugar?
R.S - Sobre mano derecha de la Compañía B, frente a la parte sureste del parque de vehículos.
W.F - ¿Además de ese lugar hay algún otro donde usted crea que puede haber un desaparecido enterrado?
R.S - No, no. Se podría decir el Chihuahua, pero ahí había remociones de mucho material por la ruta nueva y eso. Pero, ciertamente, eran los comentarios que se hacían dentro de la Unidad, nada más.
W.F - Volviendo a una pregunta que se hace mucha gente, ¿por qué usted aparece y dice todo esto 32 años después?
R.S - Porque anteriormente hubieron… arrancó en el 85 el Partido Colorado y después vinieron los blancos. Y nunca se les dio con el peligro de que si tú declarabas algo, podía pasar cualquier cosa. No sé si malas o buenas. Pero sé que en este momento el gobierno me da la opción de liberarme esta carga que tengo, que hace muchos años que la llevo y que muchos amigos conocen. Y que si están escuchando la radio deben estar riéndose. Yo sufrí mucho viendo las cosas que vi. Y llegó el momento que exploté. Hoy fue el gatillo detonante, de las barbaridades que se dijeron antes de salir yo al aire (el martes). Como dije anteriormente, no se puede hablar por boca de ganso, sin tener algo fehaciente y seguro. No se puede hablar por los libros, ni de un lado ni de otro. Hay libros, por parte de la izquierda, que no comparto en muchas cosas. Y del lado de los ganadores también, no lo comparto. Yo lo único que digo es la verdad, lo que o vi. Y lo voy a llevar hasta el final, porque si la Justicia me llama lo mismo que le dije a ustedes se lo voy a decir a la Justicia.
W.F - ¿Y por qué no fue usted directo a la Justicia cuando en los últimos tiempos hubo investigaciones sobre esto? Hay comisiones de desaparecidos, hay madres y abuelas que quieren saber por sus hijos y nietos. De repente, alguna declaración suya pudo llevar a esclarecer algo. ¿Por qué no lo hizo?
R.S - Posiblemente, porque dentro de todo sea un poco cobarde. A uno le gusta seguir viviendo.
W.F - ¿Teme por su vida?
R.S. - Y… después que salga esta nota… No sé, pero sé que del lado de los militares voy a perder un montón de amigos. Porque hay un juramento, no dentro de los soldados, sino dentro de los oficiales hay un código de honor. Pero el soldado jura defender aunque le cueste la vida el pabellón nacional y la institución. Pero no jura guardar silencio, sí mientras esté en ejercicio pero no fuera. Yo durante muchos años estuve guardando silencio hasta que otro hablara. Pero hay muchos que dijeron tener carácter, que en la jerga militar se sabe lo que es, pero no lo tuvieron. Los oficiales que estaban al mando no lo tuvieron para agarrar y decir dónde están los desaparecidos. Los oficiales al mando, que saben, no tienen… te inculcan tener carácter y espíritu de cuerpo. Pero veo que les falta mucho a ellos. Se lo exigen al soldado, pero ellos no lo aplican.
W.F ¿Habló con algún compañero de armas de aquella época? ¿Les dijo “por qué no hablamos”?. ¿Se reunieron alguna vez y hablaron de este tema?
R.S - Sí, lo hablamos con un amigo que me pedía por favor que me callara la boca. Porque se iban a mover mucha cosa, se iba a empezar a investigar mucha cosa. Porque yo sé que se va a empezar a investigar y dios quiera que, aparte de mi verdad, se llegue a más verdades. Y que los militares de esa época tengan un poquito de conciencia. Ya que no los pueden entregar vivos porque no lo están, que por lo menos los familiares tengan un lugar donde llevarle una flor. Eso es lo que está pasando, es el dolor de la familia de no poderle llevar un ramo de flores o un rezo sin saber dónde están. Porque frente a la Justicia son desaparecidos, no son muertos.
W.F - ¿Qué le va a pedir a la Justicia si lo llama?
R.S - Que investiguen todo lo que acabo de declarar. Que busquen en los legajos de los oficiales y que por justicia los hagan declarar. Aunque tienen un código de honor, que por lo menos les toquen la fibra íntima y que los hagan declarar.
W.F - ¿Algún político le pidió que no hablara? ¿U otros les pidieron que sí lo hiciera? ¿Quiénes fueron?
R.S - Un amigo que es político me dijo que hablara pero no voy a dar el nombre porque van a pensar que lo hago por ese amigo. Y no es así, porque las personas que me conocen saben de lo que estoy hablando y saben que nunca accedería a hacer algo por política. Porque no me gusta la política, voto por obligación. Y me da bronca como hacen las cosas los políticos, tanto del frente como blancos como colorados.
W.F - ¿A quién ha votado usted?
R.S - Por primera vez voté a Michelini-Renán y a Alba Roballo. Segundo, a Jorge Batlle, después a Zumarán, voté el SI y el No, voté al ex intendente y le di el voto ahora al Frente. Soy apolítico. Yo voy agarro una lista, tengo obligación de votar. Lo mismo lo podría haber hecho en blanco.
W.F - Después que salió la primera nota en la radio ¿alguien le habló?
RS - No, solamente una edil y tengo una cita con ella y le voy a contar a ella lo mismo que a usted.
W. F - ¿Le quedó algo por decir?
R.S - No, que si la Justicia lleva este caso y aprieta un poquito las clavijas se pueden descubrir muchas cosas del Batallón de Ingenieros Nº 4. Y que los camaradas de ese tiempo, del 75 o un poco antes hasta el 77, que se animen a hablar ahora que es tiempo de hablar. Y sacarse lo que yo tenía en la cabeza. Hoy me voy más aliviado de la cabeza, de los remordimientos que tenía, de haber visto cosas y estado callado tantos años. Que lo hagan, que se van a sentir tan libres como yo.
W.F - ¿Su familia que dice de esto?
R.S - Posiblemente mi familia no hubiera estado de acuerdo. Porque dentro de todo estoy arriesgando mucho. Porque mucha gente me conoce. Dando mi nombre y mi oficio la mayoría que me conoce sabe quién soy.
W.F - ¿Qué es lo que está arriesgando?
R.S - Que me encajen una paliza cuando salga, que me vean y me agredan. Porque la muerte ya la tengo fija, soy católico. El único que sabe cuándo me tocará irme es mi amigo el Barba, que yo le digo con todo respeto. Él sabe cuándo me tocará el momento de irme, si es ahora o más adelante, o moriré de viejo.
W.F - ¿Quién le puede dar una paliza?
R.S - En represalia por lo que se sepa después de esto. Por temor.
W.F - ¿Pero quiénes?
R.S. Y, ex militares, porque otra persona no va a salir a pegarme por la declaración que haga. Sé que ex militares pueden pegarme una paliza para que me calle la boca, como dicen: hay que pegar una paliza para que hables y 20 para que te calles la boca.
W.F - ¿Roberto, lo llamó la Justicia ya?
R.S. - No, pero espero que me llamen, no tengo ningún problema.
W.F - ¿Por qué no da su apellido?
R.S - ¿Querés que te lo dé? Me llamo Roberto Ramón Soler Castro, cédula de identidad 3.439.925 – 1. Nacido en Piriápolis, en la tercera sección del departamento de Maldonado.
W.F - Gracias por acceder a esta entrevista.
R.S. No, gracias a ustedes.
(transcripción: M.R.)